Campo de Prisioneros Isla Riesco
El Campo de Prisioneros Isla Riesco fue otro más de los centros clandestinos administrados por la Marina en la región de Valparaíso, utilizado con propósitos represivos -aunque solo por pocos meses- entre 1973 y 1974. Intencionalmente nombrado así para confundir a prisioneros y familiares por el alcance de nombres, aunque ésta Isla Riesco no se ubicaba en el Estrecho de Magallanes (como la original en Patagonia-Sur) sino en Colliguay, zona rural de Quilpué, muy lejos de su centro urbano y de la Base Aeronaval de El Belloto. Construida de forma aislada en lo alto del cerro campesino, lejos del caserío (a 7km del camino principal, donde hoy se encuentra el memorial de la Enredadera) al interior de una quebrada en terrenos privados (propiedad de la familia Matte en ese tiempo). Oculto entre pozones de agua, bosque de boldos, litres y espinos.
Sus características fueron las de un campo de concentración nazi-alemán: suelo de tierra, en cada esquina torres de vigilancia construidas con madera ligera, trincheras con ametralladoras, pipas de agua para abastecer-castigar, y alrededor, un campo -supuestamente- minado de 12mts de ancho, entre doble cerco perimetral hecho de alambre de púas. Los prisioneros señalan haber ocupado 1 comedor, 24 mediaguas/cabañas dispuestas en semicírculo, sin ventanas ni luz, todas construidas con madera ligera y camarotes en su interior, colchón y frazada (para albergar 8 o 12 personas en cada una). Atrás, junto a la basura, se encontraban las letrinas (una trinchera gigante sobre la cual se instaló una cajonera con agujeros, techada, papel de diario, sucias, llenísima de insectos y larvas de bosque). Además, existió una división de terreno para uso exclusivo de los guardias de la Armada, zona anexa con instalaciones (baños, cocina, comedor, dormitorios, casetas de tiro), junto al acceso terrestre al Campo de Prisioneros (camino principal más utilizado) y un helipuerto a 100mts.
Testimonios de sobrevivientes coinciden en que hacia el mes de octubre de 1973 marinos trasladaron en camión al primer grupo de 18 jóvenes prisioneros políticos (todos en buenas condiciones físicas a pesar de soportar sesiones de tortura) desde el buque Lebu en Valparaíso (también propiedad privada cedida) hasta Colliguay, amarrados y vendados al interior del vehículo. Tras unas cuantas horas subiendo la cuesta de ripio, el camión se detuvo y fueron liberados de sus vendas al bajar. Al frente, un frondoso y silencioso cerro nativo, pero de pié en un peladero al margen que no poseía ninguna construcción relevante sino 2 mediaguas, herramientas y materiales de construcción. Junto con la orden, entendieron rápidamente que habían sido traídos hasta allí con el propósito de levantar faena y ser utilizados como mano de obra forzada a punta de metralla. Como prisioneros, trabajaban ahora para los marinos, notándose entonces el cambio de trato de sus celadores al recibir 3 comidas diarias, buen descanso y pausa del castigo duro en los días que realizaban labores de construcción bajo el imponente Sol colliguayino.
Debido a la profundidad del valle y la densa altura vegetal fue notorio que Isla Riesco se erigió sobre un terreno despejado y aplanado con anterioridad. Los recién llegados caminaban en un radio específico y el bosque nativo se ubicaba fuera del campo minado, todo inmerso en una quebrada montañosa de muy difícil acceso. Algunos dicen que se trataba del sector El Llano más cercano al límite con Limache por Colliguay, pero corroborarían después los sobrevivientes que se trataba de un fundo privado, que no había sido robado por la imposición de las armas -como sí sucedió con muchos centros represivos en dictadura- sino facilitado por sus dueños (familia Matte) de forma voluntaria pero nunca desinteresada, honrando alianzas para trabajar colaborativamente con la Armada persiguiendo a adversarios políticos comunes(1).
A mediados de diciembre del ´73 otro grupo de prisioneros relevó a los constructores de faena y de este 1er grupo algunos fueron devueltos a prisiones porteñas, otros salieron en libertad, seguramente todos no volvieron a pisar la Isla nunca más. Así entonces, el Campo de Prisioneros comenzaba operaciones recibiendo a su 1er grupo formal de prisioneros de guerra. Más de 60 personas pasaron Navidad en el cerro de Colliguay y cantaron La Internacional en Año Nuevo. Sin embargo, fue muy notorio cuando la caravana dejó de traer gente nueva al campamento y solo llegaban a recoger reclusos, el Campo llegó a tener cerca de 300 prisioneros y ahora se estaba vaciando. Según sobrevivientes, el último grupo de prisioneros abandonaba por tierra la Isla Riesco en mayo de 1974 (6 meses después de su apertura). Por tandas, fueron trasladados a distintos recintos de la región, aunque muchos de ellos sí llegaron a encontrarse en el Campo de Prisioneros Melinka, en la costa de Puchuncaví. Hoy, Isla Riesco ya no existe. Sus construcciones ligeras habrán sido desmanteladas fácilmente tras su desocupación por los mismos Infantes de Marina.
Dada su corta ´vida útil ́ como centro clandestino de represión política, aislamiento geográfico, número acotado de prisioneros que estuvieron allí y su rápida desmantelación física, la Isla siempre ha sido un lugar muy desconocido. Recuerdan algunos presos que de forma temprana a este lugar de Colliguay también se le nombró Melinka por los propios marinos, es decir, en la memoria colectiva hay un campo de concentración con 2 nombres en Colliguay, que después haría más difícil su reconocimiento. Por lo demás, aunque clandestinamente sí funcionó (Cruz Roja y familiares sabían de su existencia, por nombre Isla Riesco solamente, gracias a la correspondencia escrita intercambiada con los prisioneros por mediación de la Marina), se desconocía completamente su ubicación dada la negativa de la Armada por revelarlo o reconocer la existencia del lugar. Sin embargo, no pudieron contra la capacidad de orientación que tuvieron los presos del interior de la región de Valparaíso. Pues, en el claro lograban identificar la cima del cerro La Campana (Olmué) y del cerro El Roble (Til-Til), asimismo, de noche contrastaba mucho la profundidad oscura del cerro con la luz costera tras el ocaso, confirmándose entre prisioneros que aún se encontraban en la región e infiriendo la posible ubicación de Valpo y Santiago entre los cerros.
Pero, antes de su cierre definitivo, algunos presos de la Isla ya habían sido enviados a la costa de Puchuncaví con tal de montar Melinka con trabajo forzado. Faenas de intervención al ex-Balneario Popular. Quizás una mejora logística en la labor represiva de la Armada y con ello una buena razón para cerrar la Isla Riesco como instalación, muy lejana, arriba en la montaña. Con todo, marinos apropiándose del inmueble público para ocuparlo como cárcel terrestre, convirtiéndolo en un nuevo y más grande recinto, útil para la reclusión masiva a nivel nacional (efectivamente a Puchuncaví llegaron prisioneros desde todo Chile) y más cercano a otros recintos costeros de la Marina. Dado al alcance de fechas, se estima que Isla Riesco tuvo como objetivo descomprimir momentáneamente el hacinamiento de recintos ocupados como cárceles de la Armada (por mar y tierra) aprovechando la concesión del terreno privado. Después de todo, a menos de 6 meses después del Golpe, la Armada manejaba un alto volumen de cientos de prisioneros en la región de Valparaíso. Por lo demás, Isla Riesco (en Colliguay, Quilpué) cerró definitivamente cuando Melinka comenzó operaciones, facilitando la gestión y logística carcelaria, aglutinando a mayor cantidad de personas, ahora en un solo Campo de Prisioneros.
Respecto a las vivencias de prisión en Isla Riesco, hay testimonios encontrados. Si bien existió maltrato por parte de los Infantes de Marina, los prisioneros confirmaron que las torturas más fuertes sucedían en los recintos donde operaban los funcionarios de la Inteligencia Naval (SIN); por lo tanto, quienes llegaban a la Isla y se bajaban de los camiones venían más golpeados, pero quienes eran llamados por lista a subir al camión abandonarían la Isla, cargando la incertidumbre nuevamente sobre lo que pasaría con sus vidas. Quizás fue una estadía corta, pero definitivamente quienes pasaban por acá pudieron dejar atrás de forma momentánea inhóspitas condiciones alimenticias, higiénicas y humanas de otros recintos carcelarios de la Armada, contrastados con el aire puro y la energía del Sol de verano.
La cotidianidad tuvo marcadas rutinas. A las 7AM los guardias abrían los candados de cada cabaña, los prisioneros tendrían que formarse por pelotones en la cancha, izando bandera, cantando la canción nacional. Después, libertad de movimiento. Desayuno, almuerzo y temprana cena (comidas ligeras), de allí nuevamente arriar la bandera cantando el himno nacional. A las 6PM ya estaban encerrados en sus cabañas designadas. Ni el castigo ni el maltrato dejaron de estar presentes y podrían suceder en cualquier momento.
Una vez por semana los presos observaban la caravana en lo alto. Levantando polvadera bajaban los camiones por la cuesta de ripio llegando hasta el fondo de la quebrada, cruzando el gran portón vigilado e ingresando al Campo de Prisioneros. Traían todas las provisiones, cartas (revisadas y censuradas por la Marina), paquetes y nuevos reclusos. Afortunadamente para ellos, llegaban a un sitio con más vida. Después de almuerzo, subirían a los camiones otro grupo de presos y partirían serpenteando cuesta arriba con dirección a Valparaíso donde los esperaba la tortura más dura o la libertad.
En Colliguay el personal del Servicio de Inteligencia Naval (SIN) no tenía presencia, así que el uso de vendas en los ojos y amarras ya no eran obligación, la dureza de la tortura tampoco fue una constante. Esto permitía que Isla Riesco tuviese mejores condiciones carcelarias, oportunidad para recobrar el cuerpo, tranquilizar la mente y socializar con los compañeros de prisión. Encerrados en sus cabañas podían convivir mínimo 12 personas juntas cada noche, entre conversaciones no faltaron los juegos de mesa (ajedrez, damas), incluso organizaron un festival de la canción, pichangeaban al fútbol en la cancha de tierra; particularidades no menores que hacían del lugar una isla a su favor, con potencial germinante de resistencia humana y política.
Y es que comparada con otras cárceles Isla Riesco fue una instalación “pequeña”, ofreciendo a la comunidad de presos la oportunidad de afianzar vínculos, asociándose de manera más cercana en Colliguay. Para ellos, la contemplación del cerro y su naturaleza fue algo nuevo, instancias de camaradería contrapuestas al castigo político. Aquella vigilancia celadora terminaba a veces siendo negligente y permitió momentos que fortalecían el optimismo, un poco de dicha para los presos, grietas de libertad entre tanta vivencia perversa y macabra, fisuras del Terrorismo de Estado que los prisioneros de Isla Riesco se encargaban de aprovechar día a día para así enfrentar la represión.
Los castigos duros comenzaban tras el encierro nocturno. Infantes de Marina seleccionaban y sacaban a prisioneros de sus cabañas, para obligarlos a tirarse a la basura, que hiciesen ejercicio extenuante, que cantaran, con frecuentes simulacros de enfrentamiento y fusilamiento, submarinos en las pipas de agua fría a cuerpo entero, para después rodar por la tierra y correr bajo amenaza de balazos. Guardias trotando sobre los cuerpos de prisioneros mientras interrogaban a otro compañero en la cancha. Después de todo, la Armada se encargaba de recordarles que aún vivían bajo su merced. Pero incluso sabiendo que estos perros ladraban mucho pero no mordían tan fuerte como en los recintos del SIN, la angustia no paraba porque en un solo arrebato los prisioneros podían ser torturados o asesinados allí mismo, o bien sacados de ahí en la próxima caravana y nuevamente desaparecerlos. Isla Riesco significó que la incertidumbre podía aliviarse un poco pero la angustia no, ellos seguían viviendo al filo de la navaja.
Así con todo, sobrevivir en la quebrada colliguayina fue despertar más vivos, gozar y respirar aire puro independiente de lo que pasara mañana. Sobrellevando la incertidumbre con organización, asociarse y acompañarse frente a la incomunicación y el intento descarado por ocultarlos en un rincón escondido de la cordillera de la costa. Para quienes pasaron por la Isla Riesco sus memorias políticas traen recuerdos duales, con sentidos de alerta y precaución por un lado, pero también de fortalecimiento en la lucha ideológica, siempre resistiendo y aguantando con los compañeros.
Un ejercicio de cuidado mutuo, preocupándose todos los días por el ánimo de todos. Aprovechando la Isla Riesco para mejorar su presente, hubo quienes de manera continua se esforzaron en no claudicar ante la derrota, con risas, bromas, alegrías y solidaridad, generando actividades que levantasen el espíritu colectivo de los prisioneros. Esas acciones fueron enseñanzas para el resto de la vida. Con atención al grupo importante de Marineros Constitucionalistas que sufrieron mayores hostigamientos por parte de su propia institución. Marinos humillando a sus propios compañeros, burlándose, rompiendo parches de sus uniformes ya gastados. Protestando cuando los guardias armados sacaban a prisioneros de sus cabañas para castigarlos, gritando juntos y golpeando los muros de tablas para generar alguna presión con tal de defenderlos, imponiendo su voluntad ante el maltrato criminal. Desafiando a los guardias en los interrogatorios y en la convivencia cotidiana, agarrando confianza al percatarse que la pelota de fútbol que había caído la noche anterior al interior del campo minado, aparecía temprano en la mañana en la misma cancha sin ninguna explosión de por medio.
En la actualidad Colliguay se enfrenta a la devastación ambiental de las mineras extractivistas y a los robos de aguas, aguantando la sequía sigue su bosque creciendo en resistencia. Y los sobrevivientes de Isla Riesco saben que allí experimentaron ganadas que valieron mucho, demostraron actitudes combatientes muy necesarias frente a la cultura de la muerte, aprendizajes útiles para seguir luchando ya libres, resistiendo la vida que forzosamente les obligaron a vivir.